Cloro
El cloro es un gas tóxico amarillo-verdoso aislado por primera vez por Carl Wilhem Scheele en 1774, aunque será Humphry Davy en 1810 quien demostrará que es un elemento y le asignará su nombre (Khlôros en griego significa verde pálido).
El cloro está en el grupo 17 de la tabla periódica, el de los halógenos. Presenta dos isótopos estables, el cloro-35 y el cloro-37, siendo el primero el más abundante. El cloro-36, que también aparece en la naturaleza, es un isótopo radioactivo con una vida media de aproximadamente 30,000 años.
Este elemento, de número atómico 17, no se encuentra en estado libre en la naturaleza debido a su alta reactividad, sino que se combina con otros elementos formando compuestos. El más común de todos es la sal (cloruro de sodio). Las sales potasio son también muy abundantes (silvita y carnalita) y se estima que existen unos dos mil compuestos orgánicos clorados.
Es un elemento ambivalente, por una parte juega un papel fundamental en la síntesis de numerosos compuestos y en la depuración del agua, pero por otra parte es conocido por su uso como arma química durante la primera guerra mundial y por el papel que juega en la destrucción de la capa de ozono al formar parte de los compuestos denominados clorofluoro-carbonos (CFC)
En la industria el cloro se utiliza en el blanqueado del papel, en la fabricación de plásticos como PVC y disolventes como tetraclorometano, cloroformo y diclorometano, así como en el proceso de obtención de tintes, fibras sintéticas, medicamentos, antisépticos, insecticidas y pinturas.
El tratamiento del agua con cloro se inició en Londres, una vez que el médico e higienista John Snow identificó el brote de la epidemia de cólera de 1851 en un pozo del Soho. Este método se sigue utilizando en la actualidad para tratar aguas residuales.
Snow también utilizó un compuesto de cloro, el cloroformo, como anestésico en el parto de dos de los hijos de la reina Victoria.
El químico alemán Fritz Haber, conocido por sintetizar el amoniaco a partir del nitrógeno, fue pionero en el uso del gas cloro como arma química. Se empleó por primera vez durante la primera guerra mundial contra los soldados aliados en la batalla de Ypres, siendo reemplazado rápidamente por los más letales gases de fosgeno y mostaza, y posteriormente en 2007, durante la segunda guerra del Golfo.
Los compuestos de cloro denominados clorofluorocarbonos, se empleaban como refrigerantes y agentes propelentes en los aerosoles. Estos dejaron de utilizarse una vez que se evidenció que al interaccionar con la luz ultravioleta se producía un radical libre de cloro que reaccionaba con el ozono reduciendo la cantidad de este en la atmósfera. En 1995, entro en vigor en Europa la prohibición del uso de los CFCs.
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