La aspirina
La aspirina surgió gracias al farmacéutico alemán Felix Hoffmann.
Ya Hipócrates, en el siglo V a.C., era conocedor de los efectos medicinales de la corteza del sauce blanco, de donde parte la aspirina. Era usada para el alivio de la fiebre y del dolor incluso por los antiguos egipcios y los amerindios.
El principio activo de la corteza de sauce fue aislado en 1828 por Johan Buchner, profesor de farmacia en Munich. Era una sustancia amarga y amarillenta extraída de agujas cristalinas que llamó salicina.
En 1897, Hoffmann, de la casa Bayer, consiguió sintetizar al ácido acetil salicílico o AAS (C9H8O4) con gran pureza. En 1899, el farmacólogo alemán Heinrich Dreser determinó sus propiedades terapéuticas como analgésico y antiinflamatorio. Este hecho permitió su comercialización.
El nombre se compuso uniendo A, de acetil, spir de spiraea ulmaria (la planta de la que se extrajo el ácido salicílico) e in, que era un sufijo familiar de las medicinas. El AAS es el principio activo que está detrás de estas propiedades, también conocido con el nombre comercial de Aspirina®. Un fármaco de la familia de los salicilatos. Es usado frecuentemente como antiinflamatorio, analgésico para el alivio del dolor, antipirético, para reducir la fiebre y antiagregante plaquetario.
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