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Aire limpio, vida sana. ¿Cómo afecta el aire a nuestra salud y al medioambiente?

24/03/2025 - Fuente: Sara Adán Pérez / Fundación Descubre

Fotografía ilustrativa del artículo

Vista-aérea-Bangkok

Respirar aire limpio y libre de contaminantes es fundamental para nuestra salud y la de los ecosistemas. Sin embargo, la mala calidad del aire es un problema extendido en todo el mundo, que causa millones de muertes prematuras al año. La exposición permanente a las partículas nocivas afecta a nuestro sistema respiratorio y cardiovascular, al penetrar en nuestros pulmones y vías respiratorias. Tal es su magnitud que la Agenda 2030 de la Unión Europea incluye en su paquete ‘aire limpio’ unas tajantes medidas que evitarán muertes prematuras, la contaminación de numerosos ecosistemas y la afectación de zonas protegidas con motivo del aumento del aire contaminado que respiramos.

La contaminación del aire, ese “asesino silencioso al que se le puede poner freno”, como se refiere Antònio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, afecta gravemente a la salud humana, pero también es muy peligroso para el equilibrio ambiental. Una baja calidad del aire reduce la biodiversidad, al verse afectada gravemente la estructura y función de los ecosistemas terrestres y acuáticos.

¿Qué consecuencias tiene una negativa calidad del aire en el medioambiente?

Los seres vivos, desde los animales hasta las plantas, dependen del aire para respirar y sobrevivir, por lo que su composición influye directamente sobre su salud. El oxígeno es necesario para la respiración de organismos vivos, mientras que el dióxido de carbono (CO2) es esencial para la fotosíntesis de las plantas. Si el aire está contaminado, las partículas en suspensión acaban afectando a la salud respiratoria de los animales y pueden desencadenar, del mismo modo, en que las plantas sean más vulnerables a enfermedades y plagas.

Una negativa calidad del aire tiene repercusiones en los ecosistemas globales, desde el ámbito acuático hasta el terrestre, e incluso sobre la calidad de los suelos, de donde procede el 95% de nuestros alimentos. Asimismo, los contaminantes amenazan los ecosistemas acuáticos de áreas de alto valor ecológico en España, según un estudio realizado por SEO/BirdLife en colaboración con el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) y el Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC, UCLM, JCCM). En este trabajo se investigaron 140 áreas de las 469 consideradas importantes para la conservación de las aves y la biodiversidad (IBA) identificadas en España. Se analizaron muestras de agua, suelo y sedimentos para analizar sustancias contaminantes, detectándose en ellas 59 microcontaminantes orgánicos de diversas familias químicas. Como este, se han desarrollado en Andalucía numerosas investigaciones en el mismo ámbito, desde el análisis de la contaminación en las praderas marinas, hasta el estudio de la capacidad del suelo para captar óxido de nitrógeno o el desarrollo de materiales biodegradables para descontaminar el aire de las ciudades.

Respecto a la vegetación, una baja calidad de aire conlleva graves consecuencias. Entre ellas destaca la reducción de la fotosíntesis, ya que, debido a los gases contaminantes, disminuye la capacidad de las plantas para producir energía y crecer de manera rápida. Esto impacta tanto en las especies animales como en vegetales, además de afectar a la disponibilidad de recursos naturales. Asimismo el rendimiento de los cultivos resulta perjudicado, produciendo menos frutos o granos, y la resistencia a enfermedades y plagas se reduce. “Cuando los animales herbívoros se alimentan de la vegetación, las dioxinas se acumulan en la parte grasa de los rumiantes, por lo que puede pasar a la cadena trófica de otros animales y del propio ser humano”, explica el profesor titular del Departamento de Química Analítica de la Facultad de Química de la Universidad de Sevilla (US), Antonio José Fernández Espinosa.

En esta línea, los contaminantes atmosféricos también afectan a la salud de los polinizadores. Estos insectos desempeñan un papel fundamental en la producción de plantas y las actividades humanas alteran de manera drástica su actividad y comportamiento. Existen investigaciones que demuestran que la polución tiene implicaciones sobre su bienestar, como por ejemplo el que llevó a cabo en 2020 la Universidad de Córdoba (UCO) en colaboración con la Universidad de Almería (UAM) mediante el proyecto ‘APIStrip’, que consistía en una herramienta de muestreo de contaminantes ambientales mediante el análisis de colonias de abejas melíferas de manera no invasiva.

Asimismo, un estudio liderado por la Universidad de Washington (EE.UU) descubrió que determinados contaminantes transportados como el aire degradan los compuestos químicos que producen aromas florales, reduciendo la visita de los polinizadores a las plantas. Todas estas consecuencias visibilizan que la calidad del aire está conectada con la salud del medioambiente, influyendo en el mantenimiento de los ecosistemas y el equilibrio del planeta.

¿Cómo afecta la contaminación del aire a nuestra salud?

La degradación del entorno y los riesgos sanitarios están intrínsecamente ligados. Mientras que en el ecosistema los contaminantes dañan los hábitats, estas partículas también ingresan al sistema respiratorio humano, agravando enfermedades.

Para conocer la gravedad de la situación es importante saber que la contaminación atmosférica es considerada uno de los cuatro factores de riesgo de enfermedad y mortalidad a nivel global, seguido de la hipertensión o el tabaquismo, causando 6,7 millones de muertes prematuras cada año, según alerta la OMS en su informe publicado en octubre de 2024, Contaminación del aire doméstico. No obstante, las muertes no son el único problema, ya que el aire contaminado produce o agrava patologías como la cardiopatía isquémica, el ictus o las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, como indica un estudio reciente publicado en Environmental Health Perspectives.

En este sentido, el ozono es uno de los principales causantes de la aparición y agravamiento del asma. Además, el nitrógeno de azufre y el dióxido de nitrógeno pueden provocar reducciones de las funciones pulmonares, como indica la OMS. “Los gases ácidos y oxidantes, como el dióxido de nitrógeno (NO2), el dióxido de azufre (SO2) y el ozono (O3), producen irritaciones en las vías respiratorias, desde la membrana pulmonar hasta los alvéolos pulmonares. Afectan sobre todo a los sectores de la población más sensibles, como son los ancianos, los niños y las personas que tengan problemas respiratorios previos”, explica Antonio José Fernández Espinosa.

Uno de los principales indicadores de la calidad del aire son las partículas que se encuentran en suspensión, que son grandes contaminantes atmosféricos. Su presencia en concentraciones elevadas señala un aire contaminado y potencialmente dañino para la salud y el medioambiente. Tienen diversos tamaños: las PM10 pueden llegar a penetrar y alojarse en el interior de los pulmones, ocasionando daños en las vías respiratorias. Sin embargo, las PM2,5 son aún más peligrosas ya que pueden atravesar la barrera pulmonar y entrar en el flujo sanguíneo, pudiendo afectar a los órganos principales del cuerpo. “Hay trabajos que demuestran que las partículas más finas que contienen metales pesados entran directamente al torrente circulatorio”, aclara Antonio José Fernández Espinosa.

Una de sus diferencias más destacables es que, tal y como expresa el informe Partículas en suspensión del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, la gran parte de las PM10 se componen de partículas primarias emitidas directamente a la atmósfera, tanto por fenómenos naturales como los incendios forestales como por actividades humanas como los trabajos de construcción. Por su parte, las PM2,5 se componen principalmente por partículas secundarias formadas en la atmósfera desde un precursor gaseoso, procesos químicos o por reacciones en fase líquida. Cuando gases presentes en la atmósfera, como el dióxido de azufre o los óxidos de nitrógeno, reaccionan con el oxígeno o el vapor de agua, dan lugar, con el tiempo, a la formación de partículas microscópicas sólidas o líquidas, como los sulfatos o los nitratos.

En la población infantil, la contaminación atmosférica es un problema considerable. Como expresa el Observatorio de Salud y Medio Ambiente de Andalucía (OSMAN), cada vez hay más pruebas de que la contaminación del aire afecta a su desarrollo cerebral. Además, la exposición infantil a pesticidas se asocia con una mayor probabilidad de iniciar un desarrollo más temprano, tal y como indica un estudio andaluz liderado por investigadores de la Universidad de Granada (UGR). En las embarazadas, esta toxicidad se ve representada en la reducción del peso de los recién nacidos y enfermedades metabólicas y del neurodesarrollo.

El aire y la salud / Freepik 

Crear entornos saludables protege a los/as niños/as del presente y les garantiza un desarrollo saludable, evitando las barreras que la contaminación impone. Por tanto, trabajar en una adecuada calidad del aire no solo es un objetivo ambiental, sino que además está relacionado con nuestra supervivencia. Cada esfuerzo, desde plantar un árbol hasta fomentar el uso de las energías limpias o participar en actividades de ciencia ciudadana, es un gran paso hacia el camino del bienestar mundial. En las manos de la generación presente se encuentra el futuro del planeta y la calidad de vida de las generaciones venideras.

* Imagen de portada: Vista aérea de Bangkok / Freepik

 

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